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El sacerdote, confesor y director espiritual, ministro de la misericordia divina - Capítulo 3: Orientaciones prácticas - SEGUNDA PARTE



El sacerdote, confesor y director espiritual, ministro de la misericordia divina
Autor: Congregación para el Clero

II. El ministerio de la dirección espiritual

Capítulo 3: Orientaciones prácticas (II) - SEGUNDA PARTE


El discernimiento del Espíritu Santo en la dirección espiritual

98. Con la ayuda del acompañamiento o consejo espiritual, a la luz de esta fe vivida, es más fácil discernir la acción del Espíritu Santo en la vida de cada uno, que conduce siempre a la oración, a la humildad, al sacrificio, a la vida ordinaria de Nazaret, al servicio, a la esperanza, siguiendo el modelo de la vida de Jesús, siempre guiada por el Espíritu Santo: al « desierto » (Lc 4,1), a los « pobres » (Lc 4,18), a la « alegría » pascual en el Espíritu (Lc 10,21).

99. La acción del espíritu maligno está acompañada de soberbia, autosuficiencia, tristeza, desánimo, envidia, confusión, odio, falsedad, desprecio de los demás, preferencias egoístas. Sobre todo cuando se añade el temperamento, la cultura y las cualidades naturales, es muy difícil, sin el consejo y acompañamiento espiritual, poner luz en ciertos ambientes: estos campos necesitados de discernimiento son sobre todo los del camino de la vocación (en las circunstancias de la vida de cada día), de la contemplación, de la perfección, de la vida fraterna, de la misión. Pero se dan situaciones personales y comunitarias que exigen un discernimiento particular, como el cambio de estado de vida, las nuevas luces o misiones, los cambios estructurales, algunas debilidades, los fenómenos extraordinarios, etc.

100. Ya que el Espíritu « sopla donde quiere » (Jn 3,8), no se pueden dar normas o reglas rígidas sobre el discernimiento; pero los santos y los autores espirituales remiten a ciertas constantes o signos de la acción del Espíritu de amor, que actúa por encima de toda lógica.

No se puede discernir bien una situación espiritual sin la paz en el corazón, que se manifiesta, como don del Espíritu Santo, cuando no se busca el propio interés o el prevalecer sobre los demás, sino el modo mejor de servir a Dios y a los hermanos. El consejo espiritual (en el contexto del discernimiento) actúa, pues, con la garantía de la libertad interior, no condicionada por preferencias personales ni por las modas del momento.

Para realizar bien el discernimiento es necesario: oración, humildad, desapego de las preferencias, escucha, estudio de la vida y doctrina de los santos, conocimiento de los criterios de la Iglesia, examen atento de las propias inclinaciones interiores, disponibilidad a cambiar, libertad de corazón. De esta forma se educa a una sana conciencia, o sea a la « caridad, que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera » (1Tm 1,5).


Cualidades del “director”

101. En general se pide que el director tenga un gran espíritu de acogida y de escucha, con sentido de responsabilidad y disponibilidad, con un tono de paternidad y de fraternidad, y de respetuosa amistad, siempre como servicio humilde de quien ofrece un consejo, evitando el autoritarismo, el personalismo y el paternalismo, además de la dependencia afectiva, la prisa y la pérdida de tiempo en cuestiones secundarias, con la debida discreción y prudencia, sabiendo pedir consejo oportunamente a otros con las debidas cautelas, etc. Estas cualidades se integran con el don del consejo. No debe faltar una nota de sano “humor” que, si auténtico, es siempre respetuoso y contribuye a reducir a sus justas dimensiones muchos problemas artificiales y a vivir más serenamente.

102. Para poder ejercer el don del consejo, se requiere el conocimiento o ciencia (teórica y práctica) de la vida espiritual, su experiencia, el sentido de responsabilidad y la prudencia. La armonía entre estas cualidades fundamentales se expresa como cercanía, escucha, optimismo, esperanza, testimonio, coherencia, en infundir deseos de santidad, firmeza, claridad, verdad, comprensión, amplitud o pluralidad de perspectivas, adaptación, perseverancia en el proceso o camino.

Generalmente el director o consejero espiritual (elegido, propuesto, indicado) es uno sólo, con el fin de asegurar la continuidad. En la vida de algunos santos se puede observar una gran libertad en consultar a otros y en cambiar de director cuando se constata que es mejor para la vida espiritual. El eventual cambio de director ha de ser siempre posible y libre, cuando existen motivos válidos para un mayor crecimiento espiritual.

103. El director debe conocer bien a la persona que ayuda, para buscar junto con ella los signos de la voluntad de Dios en el camino de santidad y en los momentos especiales de gracia. La diagnosis se centrará en la manera de ser, las cualidades y los defectos, el desarrollo de la vida espiritual personal, etc. La formación impartida corresponde al momento de gracia. El director no hace el camino, sino que lo sigue, asistiendo a la persona en su realidad concreta. Quien guía las almas es el Espíritu Santo y el director debe favorecer su acción.

Mantiene constantemente un respeto profundo por la conciencia de los fieles, creando una relación adecuada para que se dé una apertura espontánea y actuando siempre con respeto y delicadeza. El ejercicio del poder de jurisdicción en la Iglesia debe respetar siempre la reserva y el silencio del director espiritual.

104. La autoridad del director no se funda en la potestad de jurisdicción, pero es la propia del consejo y de la orientación. No permite el paternalismo, aunque a dicha autoridad se debe responder con una fidelidad de base, típica de la docilidad filial. La actitud de humildad y confianza del director lo conducirá a rezar y a no desanimarse cuando no logra ver los frutos.

105. En las instituciones de formación sacerdotal y de vida consagrada, como en algunas iniciativas apostólicas, precisamente para garantizar la formación adecuada, se indican, habitualmente, algunos consejeros (directores, maestros) dejando amplio margen a la elección del director personal, en particular cuando se trata de un problema de conciencia y de confesión.


Cualidades de quien es objeto de dirección espiritual

106. Por parte de quien es objeto de dirección espiritual debe existir apertura, sinceridad, autenticidad y coherencia, utilización de los medios de santificación (liturgia, sacramentos, oración, sacrificio, examen…). La periodicidad de los coloquios depende de los momentos y de las situaciones, pues no existe una regla fija. Los momentos iniciales de la formación exigen una periodicidad más frecuente y asidua. Es mejor que la consultación se haga espontáneamente sin esperar a ser llamados.

107. La libertad en la elección del director no disminuye la actitud de respeto. Se acepta la ayuda con espíritu de fe. Se debe expresar con sobriedad, oralmente o leyendo algo que se escribió antes, dando cuenta de la propia conciencia y de la situación en la que se encuentra respecto al proyecto de vida trazado en vista de la dirección. Se pide consejo sobre las virtudes, los defectos, la vocación, la oración, la vida de familia, la vida fraterna, los propios deberes (especialmente en el trabajo), el apostolado. La actitud de fondo es la de quien pregunta cómo agradar a Dios y ser más fiel a su voluntad.

108. La autenticidad de la vida espiritual se evidencia en la armonía entre los consejos buscados y recibidos y la vida práctica coherente. El examen personal es muy útil para la conciencia de sí, como la participación en retiros espirituales relacionados con la dirección espiritual.

109. El cristiano debe actuar siempre con total libertad y responsabilidad. La función del director espiritual es ayudar a la persona a elegir y a decidir libre y responsablemente ante Dios lo que debe hacer, con madurez cristiana. La persona dirigida debe asumir libre y responsablemente el consejo espiritual, y si se equivoca no ha de descargar la responsabilidad en el director espiritual.


Dirección espiritual del sacerdote

110. El ministerio del sacerdote está vinculado a la dirección espiritual, pero también él tiene necesidad de aprender a recibir esta dirección para saberla impartir mejor a los otros cuando se la piden.

Cuando es el sacerdote quien recibe la dirección espiritual, es necesario tener en cuenta el hecho de que su espiritualidad específica tiene como elemento central la « unidad de vida », basada en la caridad pastoral [92] . Esta « unidad de vida », según el Concilio, la realizan los presbíteros con sencillez, en su realidad concreta, « si, en el cumplimiento siguen el ejemplo de Cristo, cuya comida era hacer la voluntad de Aquel que lo envió para que llevara a cabo su obra » [93] . Son dones y carismas vividos en estrecha relación de dependencia del propio obispo y en comunión con el presbiterio de la Iglesia particular.

111. Un proyecto personal de vida espiritual de sacerdote, además de la celebración cotidiana del Sacrificio eucarístico y de la recitación cotidiana del Oficio Divino, se puede delinear así: dedicar cada día cierto tiempo a la meditación de la Palabra, a la lectura espiritual, reservar cotidianamente un momento de visita o adoración eucarística, mantener periódicamente un encuentro fraterno con otros sacerdotes para ayudarse recíprocamente (reunirse para rezar, compartir, colaborar, preparar la homilía, etc.), poner en práctica y sostener las orientaciones del Obispo sobre el Presbiterio (proyecto de vida o directorio, formación permanente, pastoral sacerdotal…), recitar cotidianamente una oración mariana, que puede ser el santo Rosario, para la fidelidad a estos compromisos, hacer cada día el examen de conciencia general y particular [94] .

112. En este ministerio o servicio de dirección espiritual, como en el ministerio de la reconciliación sacramental, el sacerdote representa a Cristo Buen Pastor, guía, maestro, hermano, padre, médico. Es un servicio íntimamente unido al ministerio de la predicación, de la dirección de la comunidad y del testimonio de vida.

113. La acción ministerial está estrechamente unida al acompañamiento espiritual. « Por lo cual, atañe a los sacerdotes, en cuanto educadores en la fe, el procurar personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos liberó. De poco servirán las ceremonias, por hermosas que sean, o las asociaciones, aunque florecientes, si no se ordenan a formar a los hombres para que consigan la madurez cristiana. En su consecución les ayudarán los presbíteros para poder averiguar qué hay que hacer o cuál es la voluntad de Dios en los mismos acontecimientos grandes o pequeños. Enséñese también a los cristianos a no vivir sólo para sí, sino que, según las exigencias de la nueva ley de la caridad, ponga cada uno al servicio del otro el don que recibió y cumplan así todos cristianamente su deber en la comunidad humana » [95] .

114. Quien aprecia verdaderamente la dirección espiritual, no sólo la recomienda en el propio ministerio, sino que la practica personalmente.

Si no se pierde de vista el objetivo principal de la dirección (discernimiento de la voluntad de Dios en todos los aspectos del camino de santidad y apostolado), se puede encontrar el modo de ofrecerla y recibirla habitualmente.

115. La invitación a practicar la dirección espiritual ha de ser un capítulo importante y permanente de cualquier plan pastoral, que debe ser siempre y al mismo tiempo pastoral de la santificación y de la misión. Se puede formar a los fieles en este camino con la predicación, la catequesis, la confesión, la vida litúrgico-sacramental especialmente en la eucaristía, los grupos bíblicos y de oración, el mismo testimonio del ministro que pide también consejo a su debido tiempo y en las circunstancias oportunas. De algunos de estos servicios o ministerios es lógico pasar al encuentro personal, a la invitación a la lectura espiritual, a los retiros espirituales, también éstos personalizados.

116. La dirección espiritual como ministerio está vinculada con frecuencia a la confesión, donde el sacerdote actúa en nombre de Cristo y se muestra como padre, amigo, médico y guía espiritual. Es servidor del perdón y orienta el camino de la contemplación y de la perfección, con respeto y fidelidad al magisterio y a la tradición espiritual de la Iglesia.


La dirección espiritual en la vida consagrada

117. Las personas consagradas, según sus diversas modalidades, siguen una vida de radicalismo evangélico y “apostólico”, añadiendo «una especial consagración» [96] , « mediante la profesión de los consejos evangélicos » [97] . En la vida consagrada es necesario tener en cuenta el carisma específico (“carisma fundacional”) y la consagración especial (por la profesión), como también las diversas modalidades de vida contemplativa, evangélica, comunitaria y misionera, con las correspondientes Constituciones, Reglas, etc.

118. El recorrido hacia la vida consagrada sigue las etapas que prevén una preparación tanto para lo inmediato como a largo plazo, profundizando la autenticidad de la vocación con el soporte de convicciones o motivaciones evangélicas (que disipen las dudas sobre la identidad), de libres decisiones, siempre para llegar a la verdadera idoneidad (conjunto de cualidades).

119. Existen problemas concretos que se pueden considerar sólo de “crecimiento” y de “maduración” si la persona consagrada presta una atención asidua a la dirección espiritual: problemas que pueden ser de soledad física o moral, de fracasos (aparentes o reales), de inmadurez afectiva, de amistades sinceras, de libertad interior en la fidelidad a la obediencia, de serena asunción del celibato como signo de Cristo Esposo ante la Iglesia Esposa, etc.

120. La dirección espiritual de las personas consagradas presenta aspectos peculiares, además de los ya indicados más arriba. El seguimiento evangélico, la vida fraterna y la misión reciben impulso de un carisma particular, dentro de una historia de gracia, con la profesión o compromiso especial de ser « visibilidad en medio del mundo » de Cristo casto, pobre y obediente [98] y « memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús » [99] .

Esta dirección de la persona, que sigue una forma de vida consagrada, presupone un camino peculiar de contemplación, perfección, comunión, (vida fraterna) y misión, que forma parte de la sacramentalidad de la Iglesia misterio, comunión y misión. Es necesario ayudar a recibir y a vivir el don así como es, pues se trata de « seguir más de cerca a Cristo, [...] persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino » [100] , tendiendo a un amor de totalidad, personal y nupcial, que hace posible « encontrarse “más profundamente” presente, en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos » [101] .

121. Los sacerdotes que están invitados a prestar este servicio de acompañamiento espiritual saben que « todos los religiosos, hombres y mujeres, por ser la porción selecta en la casa del Señor, merecen un cuidado especial para su progreso espiritual en bien de toda la Iglesia » [102] .


Dirección de los laicos

122. La llamada universal a la santidad en cualquier vocación cristiana no concede concesiones pues es siempre llamada a la máxima perfección: « Amad […] sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial » (Mt 5,44.48). La dirección espiritual con relación al cristiano llamado a la santidad en cuanto laico, presupone esta vocación cristiana a la perfección, pero con la particularidad de ser fermento evangélico en el mundo y de actuar bajo la propia responsabilidad y en comunión con la Iglesia, tratando las cosas temporales y ordenándolas según Dios [103] .

El director espiritual debe ayudar en la relación personal con Dios (concretizar la participación en la eucaristía y la oración, el examen de conciencia, la unidad de vida), a formar la conciencia, ayudar a santificar la familia, el trabajo, las relaciones sociales, la actuación en la vida pública. « El trabajo hecho así es oración. El estudio hecho así es oración. La investigación científica hecha así es oración. Todo converge hacia una sola realidad: todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentando una relación continua con Él, desde la mañana hasta la noche. Todo trabajo honesto puede ser oración; y todo trabajo es oración, es apostolado. De esta forma el alma se robustece en una unidad de vida sencilla y fuerte » [104] .

Como recordaba Benedicto XVI, todos los bautizados son responsables del anuncio del Evangelio: « Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren » [105] .

La dirección o consejo espiritual con relación a los laicos no indica en ellos carencia o inmadurez, sino más bien una ayuda fraterna (por parte del consejero) a actuar espiritual y apostólicamente según la propia iniciativa y responsabilidad estando presentes, como auténticos discípulos de Cristo, en las realidades humanas del trabajo, de la familia, de la sociedad política y económica, etc., para santificarlas desde dentro y aportando la propia responsabilidad e iniciativa.

123. La dirección espiritual de los laicos tiende, pues, al camino de santidad y misión sin límites, dado que son no sólo partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo como cualquier bautizado [106] , sino que viven esta realidad con una gracia especial de presencia en el mundo, que les concede una « función específica y absolutamente necesaria en la misión de la Iglesia » [107] .

Ellos están « llamados a contribuir a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu » [108] y cooperando a « dilatar el Reino de Dios y a informar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con el espíritu cristiano » [109] , o sea a « iluminar y ordenar todas las cosas temporales […] conforme a Cristo » [110] . El acompañamiento espiritual tenderá, así, a hacerlos partícipes « de la misma misión salvífica de la Iglesia » [111] , para hacerla « presente y actuante en el seno de las realidades temporales » [112] .

124. La ayuda del consejo espiritual es necesaria tanto en la vida interior como en las diversas circunstancias cotidianas: sociales, familiares y profesionales, sobre todo en los momentos de vida familiar y socio-política en los que es necesario presentar y testimoniar los criterios fundamentales de la vida cristiana. También en la vida más atareada de cualquier apóstol, si existe el deseo sincero de santidad, es posible encontrar el consejo espiritual.


Armonía entre los diversos niveles formativos en el camino de la dirección espiritual

125. El cristiano está orientado hacia un camino de configuración con Cristo. Se puede hablar de diversos niveles o dimensiones de la formación: humana, espiritual, intelectual, profesional, pastoral. Son aspectos que se integran y se armonizan recíprocamente, en la comunión eclesial y en vistas a la misión. Se trata siempre de la persona como miembro de una comunidad humana y eclesial.

126. Se ha de apreciar debidamente la dimensión o nivel humano, personal o comunitario, dado que la persona humana tiene necesidad de ser valorada rectamente, de saberse amada y capaz de amar en la verdad del don. Esto presupone un camino de libertad, que se construye a la luz de la comunión con Dios Amor, donde cada persona es relación de don. La persona se construye, pues, en sus criterios objetivos, escala auténtica de valores, motivaciones ordenadas al amor, actitudes de relación y de servicio.

El consejo espiritual se inspira en el misterio de Cristo, a la luz del cual se descifra el misterio del hombre [113] . La persona es educada a dar y a darse. Por esto aprende a escuchar, a estar con los demás, a comprender, a acompañar, a dialogar, a cooperar, a entablar amistades sinceras.

Estas virtudes humanas en el cristiano se cultivan a la luz de la fe, esperanza y caridad. Para pensar, valorar y amar como Cristo. Los textos conciliares y del Magisterio postconciliar invitan a esta formación “humana” que se concretiza en sensibilidad hacia la justicia y la paz, armonía en la diferencia, capacidad de iniciativa, admiración y apertura a los nuevos valores, constancia, fortaleza, disponibilidad para nuevas empresas, fraternidad, sinceridad, acogida, escucha, colaboración, cuidado de las relaciones humanas y de las buenas amistades [114] .

127. El camino de la vida espiritual, precisamente porque es camino de búsqueda y experiencia vivida de la verdad, del bien y de la belleza, está entretejido de armonía entre inteligencia, afectividad, voluntad, memoria, significados. La formación se expresa, pues « en una madurez humana, en tomar prudentes decisiones y en la rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres » [115] .

Es un camino que armoniza el cumplimiento del deber, el amor contemplativo, el estudio y la acción externa, como proceso necesario para la “unidad de vida” del apóstol.

El consejo espiritual ayuda a conocer y a superar la propia fragilidad en el campo de las decisiones, de los recuerdos, de los sentimientos y de los condicionamientos sociológicos, culturales y psicológicos.

128. En la dirección espiritual se encuentra una ayuda para programar mejor el tiempo de la oración, de la vida familiar, comunitaria, del compromiso de los hijos, del trabajo y del descanso, valorando el silencio interior, y también el exterior, y descubriendo el significado positivo de las dificultades y del sufrimiento.

El acompañamiento en este nivel humano-cristiano puede responder a tres preguntas: ¿quién soy yo? (identidad), ¿con quién estoy? (relaciones), ¿con qué fin? (misión). Bajo la acción de la gracia divina, los criterios, los deseos, las motivaciones, los valores y las actitudes se transforman en fe, esperanza y caridad con las consiguientes virtudes morales, o sea en una vida en Cristo. El ser humano-cristiano se educa para lograr realizarse amando en la verdad del donarse a Dios y a los hermanos.

En todo este proceso es necesario tener en cuenta la relación entre gracia y naturaleza (como la relación entre fe y razón) distinguiendo y armonizando, pues « la Gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona » [116] . Este es un tema de extrema importancia en el momento de concretizar algunas orientaciones y algunos medios que respeten la diferencia entre psicología y cultura, como también la diversidad de los carismas que se insertan en las distintas circunstancias humanas y, sobre todo, los contenidos de la fe.

129. Es necesario encontrar una unidad entre naturaleza y gracia, prevaleciendo esta última, como participación en la vida nueva o vida divina. « Uno de los aspectos del actual espíritu tecnicista se puede apreciar en la propensión a considerar los problemas y los fenómenos que tienen que ver con la vida interior sólo desde un punto de vista psicológico, e incluso meramente neurológico. De esta manera, la interioridad del hombre se vacía y el ser conscientes de la consistencia ontológica del alma humana, con las profundidades que los Santos han sabido sondear, se pierde progresivamente. El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre, ya que nuestro yo se ve reducido muchas veces a la psique, y la salud del alma se confunde con el bienestar emotivo. Estas reducciones tienen su origen en una profunda incomprensión de lo que es la vida espiritual y llevan a ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual » [117] .

130. El conocimiento de los temperamentos y de los caracteres ayudará a moderar y a orientar: por ejemplo, si se toma una tipología “clásica” de los Padres como la de Hipócrates, se hará de forma que las aspiraciones a grandes cosas no caigan en el orgullo y en la autosuficiencia (temperamento colérico), que la afabilidad no caiga en vanidad y superficialidad (temperamento sanguíneo), que la tendencia a la vida interior y a la soledad no corran el riesgo de caer en la pasividad y en el desaliento (temperamento melancólico), que la perseverancia y la ecuanimidad no corran el riesgo de ser negligencia (temperamento flemático).

En este nivel o dimensión humana entra el tema de la “ayuda psicológica”: este acompañamiento « puede ser ayudado en determinados casos y con precisas condiciones, pero no sustituido por formas de análisis o de ayuda psicológica » [118] . A este respecto, se pueden consultar los documentos de la Iglesia que presentan tanto la oportunidad, como las condiciones con las que estos instrumentos humanos se pueden usar rectamente [119] .

131. Como es lógico, en la dirección espiritual se privilegia el nivel o dimensión espiritual, porque el consejo se dirige principalmente a mejorar la fidelidad a la propia vocación, la relación con Dios (oración, contemplación), la santidad o perfección, la fraternidad o comunión eclesial, la disponibilidad para el apostolado.

Por esto, el programa de vida espiritual se debe orientar basándose en un proyecto (líneas de vida espiritual), en algunos objetivos proporcionados al nivel de madurez espiritual logrado por la persona acompañada, y en los relativos medios correspondientes.

132. La dimensión humano-cristiana y espiritual debe alimentarse con el estudio y la lectura. Se podría hablar de dimensión intelectual o doctrinal de la dirección espiritual. La formación intelectual (necesaria para la vida espiritual) se debe continuar y se debe ampliar en la vida, inspirándose en los santos, en los autores espirituales y en los escritos clásicos de espiritualidad.

La dirección espiritual, en esta dimensión intelectual o doctrinal, orienta hacia el misterio de Cristo anunciado, celebrado y vivido: « hacia el misterio de Cristo, que afecta a toda la historia de la humanidad, influye constantemente en la Iglesia y actúa sobre todo por obra del ministerio sacerdotal » [120] . La orientación cristológica de la vida espiritual constituye la base más idónea para un buen resultado en la predicación y en la guía de los fieles en el camino de la contemplación, de la caridad y del apostolado.

La dirección espiritual, con esta dimensión doctrinal, favorece el gusto del estudio individual y compartido, y de la lectura asidua (individual y compartida) de los grandes clásicos de la espiritualidad de todos los tiempos, de Oriente y de Occidente.

133. En el consejo y acompañamiento espirituales entra necesariamente el campo del compromiso apostólico. Se examinen, pues, las motivaciones, las preferencias, las realidades concretas, de forma que la persona acompañada esté más disponible al apostolado. La fidelidad al espíritu Santo infunde « una serena audacia que les impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima » [121] . Sólo con esta libertad espiritual, el apóstol sabrá afrontar las dificultades personales y ambientales de toda época.

La dirección espiritual, en esta dimensión apostólica o pastoral, comprende el modo de dar testimonio, de anunciar a Cristo, de celebrar la liturgia, de servir en los diversos campos de la caridad.

Si al camino de la perfección y de la generosidad evangélica le falta la dirección espiritual, será difícil que los planes pastorales incluyan la orientación principal de la misma pastoral, que es la de guiar a las personas y las comunidades a la santidad o a la identificación con Cristo (cfr. Col 1,28; Gal 4,19).

134. El camino de la dirección espiritual es de ayuda para que la formación teológica y pastoral sea relacional. En cualquier argumento doctrinal y práctico se trata de vivir el encuentro personal con Cristo (cfr. Mc 3,13-14; Jn 1,39) y el seguimiento evangélico (cfr. Mt 4,19-22; Mc 10,21-31.38), en comunión con los hermanos (cfr. Lc 10,1; Jn 17,21-23), para compartir y continuar su misión (cfr. Jn 20,21). El servicio de la dirección espiritual contribuye a una formación personal para construir la Iglesia comunión [122] .



Notas:


[87] En los Códigos de las Leyes Canónicas se reglamenta la dirección espiritual en los Seminarios (CDC, can 239; CCEO, cánones 337-339), en las casas religiosas (CDC, can. 630; CCEO, cánones 473-475; 538 §3 - 539), en los Institutos Seculares (CDC, can. 719). Se vean otros documentos sobre la dirección espiritual en el sacerdocio ministerial, vida consagrada, Seminarios y noviciados, en la nota final del párrafo 134.


[88] Benedicto XVI, Carta encíclica Spe salvi (30 de noviembre de 2007), 40: AAS 99 (2007), 1018.


[89] Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen gentium, 11.


[90] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 14.


[91] Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 59: AAS 81 (1989), 509.


[92] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 14.


[93] Ibidem.


[94] Cfr. Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros Dives Ecclesiae, 31 de marzo de 1994.


[95] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 6.


[96] Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata (25 marzo 1996), 2: AAS 88 (1996), 378.


[97] Ibidem, n. 30: l.c. 403.


[98] Ibidem, n. 1: l.c., 377.


[99] Ibidem, n. 22: l.c., 396.


[100] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 916; cfr. CDC, can. 573.


[101] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 932.


[102] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 6.


[103] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Costitución dogmática Lumen gentium, 31.


[104] S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 10.


[105] Benedicto XVI, Eshortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 94.


[106] Ibidem.


[107] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Apostolicam actuositatem, 1.


[108] Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen gentium, 31.


[109] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Apostolicam actuositatem, 4.


[110] Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen gentium, 31.


[111] Ibidem.


[112] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Apostolicam actuositatem, 29; cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, 7-8; 15; 25-27; 64: l.c., 403-405; 413-416; 436-442; 518-521.


[113] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 22.


[114] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decretos Presbyterorum Ordinis, 3; Optatam totius, 11; Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 43-44; 72: l.c., 731-736; 783-787; Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros Dives Ecclesiae, 76.


[115] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Optatam totius, 11.


[116] Santo Tomás, Summa Theologiae, I, 1, 8 ad 2.


[117] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 76.


[118] Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 40: l.c., 725.


[119] Sobre el particular: Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas para la formación al celibato sacerdotal (11 de abril de 1974); Directrices para la formación de los seminaristas sobre los problemas relativos al matrimonio y a la familia (19 de marzo de 1995); Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional respecto de las personas con tendencias homosexuales en vistas de su admisión al Seminario y a las Órdenes Sagradas (4 de noviembre de 2005): AAS 97 (2005), 1007-1013; Orientaciones para la utilización de las competencias psicológicas en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio (29 de junio de 2008).


[120] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Optatam totius, 14.


[121] Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio (7 de dicembre de 1990), 24: AAS 83 (1991), 270-271.


[122] Sobre la dirección espiritual, además de los documentos ya citados, se vea lo contenido en: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis 9; 18; Decreto Optatam totius, 3; 8; 19; Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 40; 50; 81: l.c., 725, 747, 799-800; Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 21; 67; 46: l.c., 394-395; 442-443; 418-420; CDC, cánones 239; 246; CCEO, cánones. 337-339; 346 §2; Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros Dives Ecclesiae, 39; 54; 85; 92; Congregación para la Educación Católica, Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (19 de marzo de 1985), 44-59; Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los Seminarios (6 de enero de 1980); Directrices para la preparación de los educadores en los Seminarios (4 de noviembre de 1993), 55; 61 (director espiritual); Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Directrices sobre la formación en los Institutos Religiosos Potissimum Institutioni (2 de febrero de 1990), 13; 63: AAS 82 (1990), 479; 509-510; Instrucción Partir de nuevo de Cristo: un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio (19 de mayo de 2002), 8; Congregación para la Evangelización de los pueblos, Guía de Vida Pastoral para los Sacerdotes diocesanos en las Iglesias que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (1 de octubre de1989), 19-33 (espiritualidad y vida sacerdotal).

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