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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Aplicando el gerundio

El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento // Autor: José Fernando Juan | Fuente: mambre.wordpress.com

De pequeño aprendí a obedecer dócilmente a la voz “Caminando, ¡qué es gerundio!” Cuando digo pequeño, es que era pequeño. No pasaba de los seis años probablemente, y ya sabía que aquello significaba movimiento y acción, manos a la obra, sin demorar. Como si una fuerza arrolladora se hubiera puesto en marcha. Por lo que quedarse parado y estancado suponía un peligro. Sólo años después supe qué significaba realmente aquella expresión. Y perdió gracia. ¡Claro que es gerundio! Pero gerundio no me decía nada. Estaba junto al infinitivo y al participio, y se distinguen en su forma estupendamente bien. Nunca tuve problemas, ni los confundí. Ni siquiera cuando se les llamaba perfectos. Aquel juego en clase de lengua, que parecía entretener a la profesora, no tenía ningún misterio. Al menos entonces.

A día de hoy prefiero, con conocimiento ya, el gerundio para muchas más cosas. Ahora comprendo que se puede generalizar, y se debe generalizar, en diversas ocasiones. ¿Cómo se sale de la crisis? Saliendo. ¿Cómo se juega al fútbol? Jugando. ¿Cómo se aprueban los exámenes? Estudiando. ¿Cómo se crea un blog? Escribiendo. ¿Cómo conoceré el amor? Amando. Y así sucesivamente. Tantas veces como quieras, y para todas las preguntas parece existir una respuesta en gerundio. El infinitivo es demasiado arisco y contundente, incapaz de dialogar. Se esconde incluso en las perífrasis obligando y mandando. El participio adjetiva, da por hechas (para muestra un botón) las cosas antes de haber terminado, y tiene algo de olgazán porque nunca lleva la batuta. Sin embargo el gerundio imprime carácter, moldea situaciones, es aventurero. Tiene un punto importante de servicio, capaz de invertir las situaciones. Me gustan los gerundios. Los presentes se quedan sosos, aunque sean primos hermanos. El caso es que con gerundio se construyen además frases de perogrullo que portan grandes verdades. No se pueden decir de mejor modo, así que se repiten. Vienen a confirmar dónde está la clave, pero llaman a la acción y les dan vida. Por otro lado, para explicar un buen gerundio reclamas la atención de otras muchas palabras grandes. No puede ser de otra manera. El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento. Y no se puede confundir con la pasividad, la mera recepción, la buena disposición a acoger y soportar; implica al sujeto. No hay acción fuera del sujeto cuando utilizamos un buen gerundio contundente.

Hoy he encontrado este solemne párrafo, que comparto con vosotros, para que comprobéis con un ejemplo que no se pueden decir de mejor modo las cosas que a través de los gerundios:

"La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios." (Porta Fidei, 7)


¿Quién es el P. José Fernando Juan?

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