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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Sacramentales: Agua, sal y aceite

 El Catecismo Católico expresa:

1677 Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida.


1673 Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25s; etc.), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia.


1678 Entre los sacramentales, las bendiciones ocupan un lugar importante. Comprenden a la vez la alabanza de Dios por sus obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que los hombres puedan hacer uso de los dones de Dios según el espíritu de los evangelios.


1679 Además de la liturgia, la vida cristiana se nutre de formas variadas de piedad popular, enraizadas en las distintas culturas. Esclareciéndolas a la luz de la fe, la Iglesia favorece aquellas formas de religiosidad  popular que expresan mejor un sentido evangélico y una sabiduría humana, y que enriquecen la vida cristiana.


Las principales cosas que son formalmente exorcizadas con una bendición es el agua, la sal, el aceite que son luego usadas en el exorcismo de personas y en bendiciones o consagración de lugares (iglesias, hogares) y objetos (altares, ajuar litúrgico, campanas) y que son en uso en la liturgia pública o la devoción privada. El agua bendita, que es el sacramental con el cual los fieles tienen más alcance es una mezcla de agua y de sal; y en la oración de bendición, se le pide a Dios que colme con poder sobrenatural de protección los que usarán con fe estos objetos contra las asechanzas del demonio. 

Usamos el agua y la sal benditas y exorcizadas para la protección de nuestros hogares


Aceite de los Santos

Aceite que fluye milagrosamente del cuerpo o de las reliquias de algunos santos. Por muchos siglos los fieles han utilizado estos oleos al orar por enfermos ocasionándose muchos milagros.



En el hogar y sólo en el hogar, lo usamos para  ayudar a nuestros enfermos.

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