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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Lectio Divina. 22o. Domingo del Tiempo Ordinario

Lectio Divina. 22o. Domingo del Tiempo Ordinario
Tiempo Ordinario. Oración con el Evangelio. Ciclo A.
 



El Licdo Orlando Carmona, Ministro de la Palabra, ha elaborado y diseñado una hoja dominical Dios nos habla hoy con la LECTIO DIVINA dominical para el 21 de agosto, de una manera muy sencilla y clara, para imprimirla y poder repartirla a nuestras comunidades.
  • Preguntas o comentarios al autor
  • Licdo Orlando Carmona
    1. INVOCA

  • Vas a entrar en diálogo con el Padre en Jesús, su Palabra de vida, con la animación del Espíritu... Momento importante para ti, para tu experiencia de fe. ¡Aprovéchalo!
  • Vas al encuentro del Señor. Lo estás buscando en tu vida constantemente. Y la oración es el tiempo más propicio para el encuentro con Él, que te espera y te ama.
  • Pide la inspiración del Espíritu, abriéndote a su acción. Invócale: Veni, Sancte Spiritus

    Ven, Espíritu Santo,
    te abro la puerta,
    entra en la celda pequeña
    de mi propio corazón,
    llena de luz y de fuego mis entrañas,
    como un rayo láser opérame
    de cataratas,
    quema la escoria de mis ojos
    que no me deja ver tu luz.

    Ven. Jesús prometió
    que no nos dejaría huérfanos.
    No me dejes solo en esta aventura,
    por este sendero.
    Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
    mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
    Te necesito en mi noche
    como una gran tea luminosa y ardiente
    que me ayude a escudriñar las Escrituras.

    Tú que eres viento,
    sopla el rescoldo y enciende el fuego.
    Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
    Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
    Tengo las respuestas rutinarias,
    mecánicas, aprendidas.
    Tú que eres viento,
    enciende la llama que engendra la luz.
    Tú que eres viento, empuja mi barquilla
    en esta aventura apasionante
    de leer tu Palabra,
    de encontrar a Dios en la Palabra,
    de encontrarme a mí mismo
    en la lectura.

    Oxigena mi sangre
    al ritmo de la Palabra
    para que no me muera de aburrimiento.
    Sopla fuerte, limpia el polvo,
    llévate lejos todas las hojas secas
    y todas las flores marchitas
    de mi propio corazón.

    Ven, Espíritu Santo,
    acompáñame en esta aventura
    y que se renueve la cara de mi vida
    ante el espejo de tu Palabra.
    Agua, fuego, viento, luz.
    Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza) 



    2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Mt 16, 21-27) (Qué dice la Palabra de Dios)

    Contexto bíblico

  • Comienza aquí otros temas en torno a Jesús y a sus discípulos. Después de la confesión de fe en Jesús por parte de Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (16, 16), Jesús comienza a descubrir a los discípulos el misterio del Mesías: condena, pasión, muerte y resurrección en Jerusalén.
  • Es una catequesis que Jesús imparte desde su propio testimonio, del que ellos mismos también serán testigos, para se den cuenta que ése también será su destino: discípulos de Jesús hasta la muerte y resurrección.
  • Tres puntos relata este texto:
  • anuncio de la pasión, muerte y resurrección (v. 21);
  • diálogo de Pedro y Jesús (vs. 22-23);
  • enseñanza a todos los discípulos (vs. 24-27).

    Texto

    1. Tenía que ir a Jerusalén (v. 21)

  • Éste es el futuro que desvela Jesús a sus discípulos: ir a Jerusalén, sufrir mucho hasta la muerte. Al final de todo ese proceso de dolor, resucitará.
  • Jesús predice su futuro y lo da a conocer a sus discípulos, para que éstos vayan comprendiendo la vocación de Jesús, como Mesías triunfalista, como ellos esperaban, sino doloroso y sometido al fracaso y a la muerte.
  • Este anuncio de su pasión y muerte, Jesús lo va repitiendo hasta tres veces. La segunda vez (17, 22-23), y la tercera (20, 18-19). Como una cruda realidad que Jesús quería asumirla con toda aceptación y como la enseñanza para los discípulos de entonces y de todos los tiempos. Es el misterio de la cruz, que tanto impresionó a Pablo, que lo refleja en sus cartas.
  • A Jesús lo aceptamos cuando nos va bien. Hay que aceptarlo, sobre todo, en tiempos de dificultades, contradicciones y persecuciones... Es fácil confesar con la boca que Jesús es Mesías. Lo difícil es confesarlo con la vida entera.

    2. No piensas como Dios, sino como los hombres (v. 23) 
  • Pedro, que poco antes había confesado con toda entereza que Jesús era el Mesías, ahora rechaza el proyecto presentado por Jesús. Momentos antes, Pedro es el portavoz del grupo de discípulos, inspirado por el mismo Dios. Ahora pretende hacer desistir a Jesús de su misión, cuyos finales ni finalidades prevén ni Pedro ni los discípulos.
  • La respuesta de Jesús es clara: ¡Colócate detrás de mí, Satanás! (v. 23). (otras traducciones, como la del Misal, dicen: Apártate de mí) Esta traducción suena a rechazo de Pedro. Pero, más bien esa invitación colócate detrás de mí, quiere ser una invitación a Pedro a que sea verdadero discípulo, (seguir, seguimiento de Jesús), que aprenda cuál es la verdadera misión del discípulo: ser como su Maestro, ir detrás de Él, por sus mismos caminos.
  • Pedro ha tenido la osadía de ponerse al frente de Jesús, para hacerle cambiar su vocación.
  • Pedro es la imagen de tantos que quieren ser discípulos de Jesús, pero a la medida y al estilo de cada uno. Hacerse una religión a su medida, como los zapatos o el vestido. O quieren “rebajar” los ideales del Evangelio.
  • Jesús insiste: No piensas como Dios, sino como los hombres. ¡Cuántas detalles hay en nuestra vida que nos dicen claramente lo mismo!

    3. Si alguno quiere venir detrás de mí... (vs. 24-26) 
  • Jesús deja bien claro que el discípulo, como Él debe:
  • renunciar a sí mismo (a sus gustos, a su modo de pensar y de planear la vida);
  • cargar la cruz: el sufrimiento hay que asumirlo con entereza para llegar a la verdadera vida;
  • seguir a Jesús: es la clave y la razón de todo sufrimiento y de la entrega de la propia vida: parecerse a Jesús. No es un mero seguir externo, sino un seguimiento total, por medio de una adhesión (fe) completo a Jesús, con todas las consecuencias.
  • ¡Ojo! Jesús no lleva a sus discípulos a un sufrimiento masoquista. Al contrario, enseña, y Él mismo lo dice con su ejemplo, que es el único modo de dominar el sufrimiento y darle valor: la salvación personal y ajena. Jesús no pretende “fastidiar” a nadie. Quiere “liberar” de tanta carga que los humanos ponemos al sufrimiento de cualquier índole y que, detrás y desde él, podemos sacar el bien.
  • Mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios. Pues, lo que en Dios parece locura, es más sabio que los hombres; y lo que en Dios parece debilidad, es más fuerte que los hombres (1 Cor 1, 22-25). ¡Éste es el misterio del cruz! ¡Nos lleva a la salvación total!


    3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios) 
  • Nos cuesta entender el misterio de la cruz. Rechazamos el dolor y la contradicción como cualquier persona que no cree en lo que hizo y dijo Jesús.
  • Éste es un momento para revisar nuestra postura ante: las adversidades de todo tipo que nos sobrevienen: corporales (enfermedad), psicológicas (desánimos, cansancio, depresiones, agresiones...) y religiosas (pecado, sequedad, “olvido” de Dios, el sin-sentido de la vida humana y espiritual)...
  • ¡Cuántas veces hago el papel de Pedro en mi vida! Rechazar la cruz, no comprenderla que puede ser para mí “el poder de Dios”, “el paso necesario a la vida”!


    4. ORA (Qué le respondo al Señor) 
  • Te ofrezco, Señor, todo lo que tengo y lo que soy. Pero, sobre todo, te ofrezco mi pequeñez, mis limitaciones, mi pecado... Sí, me doy cuenta de que soy limitado. Hago lo que no quiero y lo que quiero no hago. A veces, quiero hacer cosas maravillosas en mi vida espiritual, avances en el dominio de mis vicio... Pero, lo quiero hace a mi gusto, sin esfuerzo. Otras veces, pretendo hacerlo solo, confiando en mis fuerzas, sin contar que Tú eres el protagonista en mis avances por el camino del discipulado de Jesús.
  • No me rechaces, Jesús. Que yo asuma mi condición de debilidad y recurra confiadamente a Ti, que lo eres todo para mí.
  • No quiero cambiar el plan de vida que Tú tienes preparado para mí desde siempre, con amor. Movido por su amor, él nos destinó de antemano, por decisión gratuita de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo, y ser así un himno de alabanza a la gloriosa gracia, que derramó sobre nosotros, por medio de su Hijo querido (Ef 1, 4-6). ¡Gracias, Padre, por este plan tan hermoso y magnífico que tienes para mí!


    5. CONTEMPLA
  • A Jesús que emprende con decisión el camino de la cruz, para realizar el proyecto del Padre.
  • A ti mismo, que eres difícil para reconocer, aceptar y agradecer el plan de Dios sobre ti mismo.
  • A tantos cristianos, hundidos por el dolor, que desconocen el amoroso plan de Dios sobre ellos.


    6. ACTÚA
  • Ofrece al Padre generosamente tu vida.
  • Repite con frecuencia como Jesús: En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu. (Lc 23, 46)




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Martín Irure
    Fuente: Catholic.net

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