Soy J. M. P., de 24 años y a continuación daré mi testimonio de sanación.
Mi madre padeció una grave enfermedad hepática. La misma le afectó el baso, el cual debieron extraérselo en una delicada cirugía. Además, el hígado contrajo cirrosis producto de la hepatitis crónica que la aquejaba.
Esto causaba en ella un agotamiento que se acrecentaba día tras día, limitándola sencillamente en sus actividades, por las bajas defensas que provocaba la enfermedad.
A pesar del tratamiento, su hígado (según diagnóstico médico) iba a desestabilizarse, motivando un arduo sufrimiento en ella.
Enterado de las Misas de renovación, y más aún, con la llegada del Padre Fabián, decidí invitarla a concurrir a la misma. Fuimos a la que realizó el 14 de marzo de este año. En ella iban ocurriendo sucesivos milagros, pero debo reconocer que mi grado de escepticismo era muy alto. Esto causó en mí un grado de culpa, creyendo que si mi madre no sanaba iba a ser por mi causa, por mi falta de fe (que ella sí la tenía). Era yo conciente de que las cosas, para que Dios las escuche, se debían pedir ante todo con verdadera fe.
Al instante el Padre comenzó a describir toda la situación, pero con la peculiaridad de que siempre iba dirigida hacia mi. En un momento mi corazón comenzó a palpitar fuertemente, como nunca antes en mi vida, y seguidamente el Padre describió ese sentir, explicando que era producto de la presencia de Dios y de que mi madre estaba siendo sanada por amor a nosotros. Ella en ningún momento sintió nada. A pesar de haberla sanado físicamente, en realidad la verdadera sanación estaba ocurriendo en mí.
Perdonando Dios mis fallas, mi escepticismo y mi falta de fe, brindándome una oportunidad a través de un llamado a una verdadera conversión.
A la mañana siguiente, sentí una llamativa y profunda paz interior, absolutamente nueva para mí, únicamente me importaba lo sucedido la noche anterior y la presencia de Dios.
En los días sucesivos a la sanación distintas personas que veían a mi madre notaban un verdadero cambio en ella, una gran mejoría.
Créanme que desde entonces mi vida ha cambiado.
Soy conciente de que Jesús en verdad Vive, que está presente en la Custodia y les puedo asegurar que quien algún día lo conoce de verdad, jamás admitirá una vida de felicidad por fuera de Él.
Él es el único capaz de darnos lo que verdaderamente necesitamos, ya sea sanar a un enfermo, ayudarlo a llevar con fortaleza la cruz de la enfermedad física o también la espiritual, relacionada a la angustia, a la depresión, a la soledad, a la falta de amor o a cualquiera de los vacíos que podamos llevar dentro y que nada ni nadie las puede llenar sino Él. De ahí la importancia de dar testimonio (aunque me haya costado y me cueste) para que todos tengan la oportunidad de conocerlo algún día.
Desde ya, doy mis sinceros agradecimientos al padre Fabián, pero sobre todo a Dios, por las innumerables muestras de amor y misericordia que me ha dado y porque si hoy, mi madre está sana, es nada más ni nada menos que por obra y gracia de Él.
J. M. P.
Montevideo, Uruguay
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