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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Olvido y Perdón - VII

Olvido y perdón

La respuesta de todos estos hombres y mujeres de Dios fue siempre el olvido y el perdón. "Yo dejo a Dios que me defienda -comentaba Santa María Micaela, conocida como la `Madre Sacramento´, cuando oía a los Obispos hacerse ecos de las calumnias que propalaban contra ella- porque si lo hago yo, le quito a Dios el derecho de que lo haga y yo fío más en su defensa que en la mía"

"Este año he sido muy calumniado -escribía a su director espiritual san Antonio María Claret y perseguido por toda clase de personas, por los periódicos, por folletos, libros remedados, por fotografías y por muchas otras cosas, y hasta por los mismos demonios. Algún poquito a veces se resentía la naturaleza; pero me tranquilizaba luego y me resignaba y me conformaba con la Voluntad de Dios. Contemplaba a Jesucristo, y veía cuán lejos estaba de sufrir lo que Jesucristo sufrió por mí, y así me tranquilizaba. En este mismo año he escrito el librito titulado El consuelo de un alma calumniada”

“No puede usted formarse una idea -le escribía san Antonio María al P. José Xifre, el 15 de enero de 1864- de cuánto trabaja el infierno contra mí: calumnias las más atroces, palabras, obras, amenazas de muerte; todo lo pone en juego para ver cómo me desprestigia y me espanta; pero con la ayuda de Dios, no hago caso".

La actitud de los santos podría resumirse en los consejos que daba san Josemaría Escrivá: "callar, rezar, trabajar, sonreír." "No olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera; porque quiere conformarnos, a su imagen y semejanza y tolera que nos llamen locos y que nos tomen por necios".

"Nunca le oí -recordaba un amigo de san Josemaría que está camino de los altares, el Siervo de Dios José María García Lahiguera- una palabra de mal humor, ni frases hirientes, ni siquiera quejas".

“Lo mejor es reírse de ellos -escribía santa Teresa a la Madre María de San José en 1577, a propósito de sus atacantes- y dejarlos decir" . La Santa alababa al Señor por esas persecuciones que permitía contra las carmelitas.

"Sea con vuestra paternidad, mi padre, el Espíritu Santo -le escribía al Padre Gracián-, y déle fuerzas para pasar esta batalla, que pocos hay ahora en nuestros tiempos que con tanta furia permita el Señor que los acometan los demonios y el mundo. Bendito sea su nombre, que ha querido merezca vuestra paternidad tanto y tan junto".

Se podrían citar numerosos ejemplos, desde la antigüedad cristiana hasta nuestros días. Basta recordar la vida de san José Benito Cottolengo Fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia. Escribe uno de sus biógrafos: "Estremecíase de gozo por los dolores que le permitía (Dios), dichoso por poder sufrir alguna cosa por Él".

San Pedro Poveda comentaba: "He sido el tema de las tertulias, se me ha puesto en solfa; he tenido enemigos de todas clases; he recogido muchas ingratitudes."

Sin embargo, en medio de tantas penalidades, estos hombres y mujeres fueron profundamente felices, porque supieron encontrar en la Cruz el amor de Dios. "Desead sufrir injurias -le aconsejaba san Ignacio al P. Nadal-, trabajos, ofensas, vituperios, ser tenido por loco, ser despreciado de todos, tener cruz en todo por amor de Cristo nuestro Señor..."


Una lógica sobrenatural

Estas actitudes sólo se explican desde una lógica sobrenatural: más que la ofensa personal que se les hace, a los santos les duele la ofensa que esos ataques suponen contra Dios. Porque, como recuerda santa Teresa, esa ofensa "primero se hace a Dios que a mí, porque cuando llega a mí el golpe ya está dado a esta Majestad por el pecado" .

Por esa razón la Santa de Ávila no quería lamentos del tipo "razón tuve", " hiciéronme sinrazón", "no tuvo razón quien hizo esto conmigo". "De malas razones nos libre Dios -escribía con energía-. ¿Parece que había razón para que nuestro buen Jesús sufriese tantas injurias y se las hiciesen, y tantas sinrazones?"

Comentando este pasaje teresiano, san Alfonso recordaba la respuesta de Jesús a un mártir que se lamentaba por la injusticia que sufría, sin haber hecho mal alguno:

"-Y yo, ¿qué mal hice, preguntóle el Señor, para verme crucificado y muriendo por los hombres?"


Nunca el mundo ha recibido con gusto...

"Nunca el mundo ha recibido con gusto, desde un principio -afirmaba Campanella en su Libro apologético contra los impugnadores de las Escuelas Pías en San José de Calasanz- a los que Dios ha suscitado como Fundadores de grandes obras útiles para beneficio de los mortales: casi siempre lo ha hecho con indignación y repugnancia."

Tras citar a Moisés, los Profetas, los Apóstoles y al mismo Jesucristo, continuaba el dominico:

"Los que siguiéndole a Él han fundado órdenes religiosas nuevas han sufrido oposiciones no pequeñas de parte de los mismos cristianos. Testigos de ello son Santo Tomás y San Buenaventura, en los opúsculos que escribieron contra los impugnadores de la Orden dominicana y franciscana. Ni los jesuitas ni otras órdenes posteriores se vieron libres de persecuciones.

"No es pues de admiración que en nuestro tiempo el Instituto de las Escuelas Pías, utilísimo a la república y a la religión, sea perseguido por los seglares y religiosos. Nosotros que, no solamente por la historia de los demás, sino por las tribulaciones propias, hemos aprendido que no son acusaciones sino calumnias las que se lanzan contra los bienhechores del mundo (...), hemos querido acallar las murmura ciones de entrambos. Por lo cual refutaremos con razones primero a los seglares, ayunos de verdadera ciencia y verdadero celo; y después a los religiosos movidos por el celo sin ciencia"

La apasionada defensa que hace el dominico Campanella de las Escuelas Pías y de su Fundador en un momento crítico de la historia de esta Institución, pone de manifiesto que rara ha sido la institución de la Iglesia que no se ha visto envuelta, en algún período de su historia -habitualmente en el de su fundación-, por el temporal de la contradicción externa o interna.

Y del mismo modo que los verdugos han ensayado a lo largo de los tiempos, como recordaba Hamman, la práctica totalidad de las. posibilidades de martirio que la mente humana pueda imaginar, determinados verdugos morales han llevado´ a cabo, a lo largo de estos veinte siglos de historia de cristianismo, todas las posibilidades denigratorias y todas las modalidades de "linchamiento moral" conocidas en contra de los hombres de Dios, en especial contra los santos.
Autor: José Miguel Cejas | Fuente: www.conelpapa.com

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