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Cristo Rey: Oraciones
A CRISTO REY
¡
Oh Cristo, Tú eres mi Rey!
Dame un corazón caballeroso para contigo.
Magnánimo en mi vida: escogiendo todo cuanto sube hacia arriba, no lo que se arrastra hacia abajo.
Magnánimo en mi trabajo: viendo en él no una carga que se me impone, sino la misión que Tú me confías.
Magnánimo en el sufrimiento: verdadero soldado tuyo ante mi cruz, verdadero Cireneo para las cruces de los demás.
Magnánimo con el mundo: perdonando sus pequeñeces, pero no cediendo en nada a sus máximas.
Magnánimo con los hombres: leal con todos, más sacrificado por los humildes y por los pequeños, celoso por arrastrar hacia Ti a todos los que me aman.
Magnánimo con mis superiores: viendo en su autoridad la belleza de tu Rostro, que me fascina.
Magnánimo conmigo mismo: jamás replegado sobre mí, siempre apoyado en Ti.
Magnánimo contigo - Oh Cristo Rey - orgulloso de vivir para servirte, dichoso de morir, para perderme en Ti.
CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO A CRISTO REY
¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Míranos humildemente postrados delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos a Ti, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás te han conocido; muchos, despreciado tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadécete de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Corazón Santísimo.
Señor, sé Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Ti, sino también de los pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna porque no perezcan de hambre y de miseria.
Sé Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Ti; devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Concede, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden, haz que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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