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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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El sacerdote, confesor y director espiritual, ministro de la misericordia divina - Capítulo 2: Líneas fundamentales



El sacerdote, confesor y director espiritual, ministro de la misericordia divina
Autor: Congregación para el Clero

II. El ministerio de la dirección espiritual


Capítulo 2: Líneas fundamentales (II)

Naturaleza y fundamento teológico

77. La vida cristiana es “camino”, es “vivir del Espíritu” (cfr. Gal 5,25), como sintonía, relación, imitación y configuración con Cristo, para participar de su filiación divina. Por esto « todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios » (Rm 8,14). El consejo o dirección espiritual ayuda a distinguir « el espíritu de la verdad y el espíritu del error » (1Jn 4,6) y a « revestirse del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y en la santidad de la verdad » (Ef 4,24). La dirección espiritual es sobre todo una ayuda para el discernimiento en el camino de santidad o perfección.

El fundamento de esta práctica del “acompañamiento” o “dirección” espiritual está en la realidad de ser Iglesia comunión, Cuerpo Místico de Cristo, familia de hermanos que se ayudan según los carismas recibidos. La Iglesia es un conjunto de “mediaciones” que corresponden a los diversos ministerios, vocaciones y carismas. Todos tienen necesidad de los demás, también y especialmente en el campo del consejo espiritual. Se trata de buscar y aceptar un consejo que viene del Espíritu Santo por medio de los hermanos.

En el bautismo y en la confirmación, todos hemos recibido los dones del Espíritu, entre los cuales es relevante el don de “consejo”. La experiencia eclesial demuestra que algunas personas poseen este don de consejo en un alto grado o que, al menos, están llamadas a servir a los otros aportando el carisma recibido. La dirección o consejo espiritual se ejerce, a veces, basándose en un encargo confiado por la autoridad eclesial o por la comunidad eclesial en la que se vive.


Objetivo específico

78. El objetivo de la dirección espiritual consiste principalmente en ayudar a discernir los signos de la voluntad de Dios. Normalmente se habla de discernir luces y mociones del Espíritu Santo. Hay momentos en los que dicha consultación es muy urgente. Es necesario tener en cuenta el “carisma” peculiar de la vocación personal o de la comunidad en la que vive quien pide o recibe el consejo.

79. Cuando se trata de discernir los signos de la voluntad de Dios, con la ayuda del consejo fraterno, se incluye eventualmente la consultación sobre temas de moral o de práctica de las virtudes, y también el comunicar confidencialmente la situación que se quiere aclarar. Si falta el deseo verdadero de santidad, se pierde el objetivo principal de la dirección espiritual. Este objetivo es inherente al proceso de fe, esperanza y caridad (como configuración con los criterios, valores y actitudes de Cristo) que se ha de orientar según los signos de la voluntad de Dios en armonía con los carismas recibidos. El fiel que recibe el consejo debe asumir la propia responsabilidad e iniciativa.

80. La consultación moral, el exponer confiadamente los propios problemas, el poner en práctica los medios de santificación, se han de colocar en el contexto de la búsqueda de la voluntad de Dios. Sin el deseo sincero de santidad, que equivale a practicar las bienaventuranzas y el mandamiento del amor, no existe tampoco el objetivo específico de la dirección espiritual en la vida cristiana.


Dinamismo y proceso

81. Durante el proceso de la dirección espiritual es necesario entrar en la conciencia de sí mismo a la luz del Evangelio y, por tanto, apoyarse en la confianza en Dios. Es precisamente un itinerario de relación personal con Cristo, en el que se aprende y practica con Él la humildad, la confianza y el don de sí, según el nuevo mandamiento del amor.

Se ayuda a formar la conciencia instruyendo la mente, iluminando la memoria, fortificando la voluntad, orientando la afectividad y alentando una entrega generosa a la santificación.

82. El proceso de la dirección espiritual sigue algunas etapas que no están rígidamente ordenadas, pero que se desarrollan como círculos concéntricos: guiar al conocimiento de sí, en la confianza del Dios Amor, en la decisión del don total de sí, en la armonía de purificación, iluminación y unión. Es una dinámica de vida en sintonía con la vida trinitaria participada (cfr. Jn 14,23; Ef 2,18) por medio de la configuración con Cristo (criterios, valores, actitudes que manifiestan la fe, la esperanza y la caridad) y bajo la acción del Espíritu Santo, aceptado con fidelidad y generosidad.

Todo esto se desarrolla en una serie de campos (relación con Dios, trabajo, relaciones sociales, en unidad de vida) en los que se busca la voluntad de Dios por medio del consejo y del acompañamiento: camino de oración-contemplación, discernimiento y fidelidad a la vocación, donación en el itinerario de santidad, vivir armónicamente la “comunión” fraterna eclesial, disponibilidad al apostolado. El acompañamiento y el consejo llegan también a los medios concretos. En todo este proceso es necesario tener presente que el verdadero director es el Espíritu Santo, mientras el fiel conserva toda la propia responsabilidad e iniciativa.

83. En el camino de la oración (personal, comunitaria, litúrgica) será necesario enseñar a rezar, cuidando en particular la actitud filial del “Padre nuestro” que es de humildad, confianza y amor. Los escritos de los santos y de los autores espirituales serán de ayuda al orientar en este camino para “abrir el corazón y alegrarse por su presencia” (Santo Cura de Ars), en un cruce de miradas, “yo lo miro y él me mira” (el campesino de Ars, siguiendo las enseñanzas del Santo Cura). Así se acepta la presencia donada de Jesús y se aprende a hacer de la propia presencia un “estar con quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Jesús). Es el silencio de adoración, de admiración y de donación, como “una mirada sencilla del corazón” Santa Teresa de Lesieux), y el hablar como Jesús en Getsemaní.


En todas las vocaciones eclesiales

84. Partiendo de la llamada de Jesús (« vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial » Mt 5,48), el sacerdote invita a todos los fieles a emprender el « camino de la plenitud de la vida propia de los hijos de Dios » [84] , para llegar al « conocimiento vivido de Cristo » [85] . Las exigencias de la vida cristiana (laica, religiosa, sacerdotal) no se comprenden sin esta vida “espiritual” o sea la “vida” en el Espíritu Santo, que conduce a « anunciar a los pobres la buena nueva » (Lc 4,18).

85. En el camino de la propia vocación eclesial, se cuidan sobre todo las motivaciones y la recta intención, la libertad de elección, la formación a la idoneidad o las cualidades.

Los expertos en teología espiritual describen al director espiritual como el que instruye en casos y aplicaciones concretas, da los motivos para donarse con generosidad y ayuda proponiendo medios de santificación adecuados a cada persona y situación, según las diversas vocaciones. Las dificultades se afrontan en la perspectiva del auténtico seguimiento de Cristo.

86. Puede existir una dirección habitual o un acompañamiento temporal “ad casum”. Además puede ser más intensa inicialmente. Es frecuente que algunos creyentes, en el camino de la vocación, se sientan invitados a pedir la dirección espiritual, gracias a la predicación, a lecturas, a retiros y encuentros de oración, o a la confesión. Una lectura atenta de los documentos del Magisterio puede suscitar también la exigencia de buscar un guía para vivir más coherentemente la vida cristiana. Esta donación en la vida espiritual conduce a un mayor compromiso en la vida social: « La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como tarea solidaria y gozosa » [86].

Notas:


[84] Juan Pablo II, Carta encíclica Veritatis splendor, 115: l.c., 1224.


[85] Ibidem, n. 88: l.c., 1204.


[86] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 78.

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