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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Catequesis - La vida oculta de Jesús: El Niño perdido y hallado en el Templo

Durante la vida oculta "el niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en Él"(Lc).

Subida a Jerusalén
María y José subían todos los años por Pascua al Templo de Jerusalén. El Niño iba con ellos habitualmente. Lo sucedido cuando el Niño tenía doce años tiene gran importancia. Esta edad era aquella en la que se considera que los niños pasaban a ser adolescentes, o "hijos de la Ley", debiendo asumir las obligaciones de la misma. Jesús asume este paso con conciencia de su filiación divina. Y va a dar un paso discreto, pero importante.

El Niño se pierde
"Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre. Pasados aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres. Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, y como no lo encontrasen, retornaron a Jerusalén en busca suya. Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo"(Lc).

Ante los doctores dela Ley
No convenía que María y José estuviesen presentes en lo que iba a realizar el Niño, ya adulto ante la Ley. Eran cosas del Padre celestial. Se trata de algo ante los doctores de la Ley, y Jesús, con mayoría de edad religiosa, puede intervenir, y lo hace: habla, pregunta, escucha. Los doctores de la Ley se admiran de su sabiduría. Le preguntan y constatan que su saber va más allá de una lección aprendida de memoria. La admiración crece. Convenía que Jesús dejase claro en aquellos momentos algo de interés. Desconocemos el contenido de aquellas conversaciones. Pero un motivo podemos intuir: Dios quiere que el Unigénito hable en su Templo en un momento importante en la vida de un israelita.

La angustia y la alegría de María y José
María y José sufren. No saben nada del motivo de su ausencia. Lo buscan un día con su noche, otro día y otra noche, enteros. Están extenuados y angustiados, hasta que acuden al Templo sin saber qué hacer. Allí le encuentran y se admiran. La Madre manifiesta su angustia, José calla sin saber qué decir. Jesús les explica con seguridad manifiesta que debe ocuparse de las cosas de su Padre, y se sorprende de su búsqueda angustiada. María y José saben mucho, pero no lo saben todo; también ellos deben hacer su peregrinación en la fe que tiene mucho de luz y algo de oscuridad.

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