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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Catequesis - La vida pública de Jesús: Juan Bautista




Y, en efecto, en el Jordán estaba Juan, conocido también como el Bautista, porque bautizaba con agua llamando a la purificación de los pecados y preparando la venida del Mesías:

"He aquí que yo envío a mi mensajero, para que te preceda,
y prepare tu camino.
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas"
 (Is).

"Apareció Juan Bautista en el desierto predicando un bautismo de penitencia para perdón de los pecados. Y acudía a él toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pelos de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba diciendo: Después de mí viene el que es más poderoso que yo, ante quien yo no soy digno de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo" (Mc).

El origen de Juan
Su origen era públicamente conocido: era el hijo de Zacarías, sacerdote del Templo, y de Isabel. Concebido en la ancianidad de ambos, en circunstancias extrañas, como la mudez del padre cuando servía en el culto del Templo. Los que habían sido testigos comentaban: "Pues, ¿qué va a ser de este niño?". Y su padre Zacarías, al recuperar la palabra, había pronunciado unas palabras proféticas en las que decía del niño: 
"Y tú, niño pequeño, serás llamado profeta del Altísimo,
pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos
y para dar a su pueblo la ciencia de la salvación
por la remisión de los pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
por las que nos visitará una luz de la altura,
para iluminar a los que yacen
en las tinieblas y la sombra de muerte
por el camino de la paz"
(Lc).

Estas palabras no eran más que el reflejo de las que le había dicho el arcángel Gabriel: "convertirá a muchos hijos de Israel al Señor su Dios, y él caminará delante de él con el espíritu y poder de Elías para a traer los corazones de los padres hacia los hijos, y los rebeldes a la sabiduría de los justos para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto"(Lc).

Su predicación comenzó poco antes de comenzar la vida pública de Jesús. Acudían multitudes para que les bautizara y les hablase. Es significativo que también acudiesen a escucharle publicanos, fariseos y soldados. A cada uno adapta la verdadera penitencia según su posición en la vida, según su trabajo. 

El aspecto de Juan
El mismo aspecto del Bautista era una lección de austeridad; vivía lo que enseñaba con una coherencia que atraía a los mejores y escandalizaba a los hipócritas, que le criticaban por exagerado. Sin embargo, no se envanecía de su popularidad y repetía constantemente: "Yo os bautizo con agua; pero viene uno que es más poderoso que yo, a quien no merezco desatar las correas de sus sandalias; ése os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Tiene el bieldo en su mano para limpiar su era y recoger el trigo en su granero y la paja la quemará en fuego inextinguible"(Mt)

La atención estaba en él
La expectación que despertaba en sus discípulos estas palabras era grande y estaban atentos, esperando el momento en que les indicase quien era el poderoso que bautizaría en fuego y Espíritu Santo.

Los sacerdotes y levitas también habían acudido a Juan Bautista para preguntarle: "¿Quién eres tú?", y ante su contestación no soy el Mesías, ni Elías, ni un profeta insistían: "¿Quien eres para que demos una respuesta? ¿Qué dices de ti?" a lo que Juan respondía con palabras del profeta Isaías anunciadoras de un precursor mesiánico: "Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor". Los fariseos no se conformaban pues querían saber el significado de su bautismo de agua, pero Juan repetía: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros está el que vosotros no conocéis, el que viene detrás de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de su sandalia"(Jn). 

La voz y la Palabra
Jesús camina hacia este hombre. Juan es la voz. Jesús es la Palabra que llenará de luz el mundo entero. Los que escuchen la voz estarán más próximos a conocer la palabra que salva, la palabra definitiva del Padre, el Verbo de vida, que es el Hijo. Jesús camina junto a otros con la seguridad del que sabe que va a cambiar el mundo aquellos días. Se mezcla entre los peregrinos, hombres de buena voluntad, y va en silencio, pues es mucho lo que se va a revelar el próximo día.
Autor: P. Enrique Cases 

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