En febrero de 2011, después de varios meses de espera, mi esposo y yo tuvimos la feliz noticia que volveríamos a ser padres, pero lamentablemente, un mes después, en forma sorpresiva y sin que hubiese habido ninguna señal, perdí el embarazo.
Nuestro dolor era inmenso y –yo especialmente- no encontraba consuelo. Nos sentíamos profundamente tristes. Aquel embarazo había sido muy deseado, y se había hecho esperar mucho tiempo. Con esta pérdida se iban todas mis ilusiones de darle un hermano a nuestra hija Guadalupe, y de agrandar nuestra familia. A su vez, en ese momento tenía 38 años y sentía que mis posibilidades de volver a quedar embarazada eran muy remotas, por no decir nulas.
En ese momento, el Padre Fabián –recién llegado a Montevideo- comenzaba a celebrar sus Misas por los enfermos y afligidos. Asistimos a la primera, y a partir de ahí a todas las siguientes, así como también a todas aquellas Misas a las que podíamos. Nos sentíamos tristes, y desolados pero ofrecíamos nuestro dolor a Dios para que su plan se cumpliera en otros, para que se hiciera su Voluntad. No teníamos rencor ni rebeldía hacia Él. Personalmente, y por primera vez en mi vida, experimentaba un gran acercamiento a Dios en medio de una prueba tan grande.
A medida que asistíamos a estas Misas, nuestra necesidad de Dios y de oración aumentaba. Parecía que todas las homilías nos decían algo directamente a nosotros, y ese mensaje perduraba en nuestro corazón y lo meditábamos una y otra vez. Recuerdo especialmente al Padre Fabián recordándonos insistentemente que las bendiciones se conquistan y que debemos orar en forma perseverante aún en medio del “silencio de Dios”, cuando sentimos que El no nos escucha y nos invade un sentimiento de abandono y soledad.
Esto nos llegó muy profundo al corazón y desde ese momento comenzamos a rezar incesantemente. En mi ignorancia siempre creía que si Dios no nos concedía determinadas gracias, no debíamos insistir, interpretaba que no debíamos ir contra su voluntad y que por lo tanto no era bueno insistir…qué errada estaba!
Durante la Misa de Sanación del mes de julio, ocurrió algo totalmente inesperado. Mi esposo, mi madre y mi hermana habíamos recibido la Imposición de manos, y ya no quedaba casi gente en el templo. Yo me sentía muy conmovida, como cada vez que recibo esta bendición. Cuando ya nos estábamos retirando, una chica –a quien no conocíamos- se dirigió directamente hacia mi esposo y a mí y comenzó a hablarnos, como si viniese a darnos un mensaje dirigido directa y especialmente a nosotros. Las palabras que nos dijo fueron: “Dios los va a bendecir, tengan Fe, cuídense el uno al otro, no dejen de venir…”Pronunció estas palabras varias veces. Nosotros no lográbamos reaccionar…ella nos miraba con una mirada muy dulce, nos dio un beso y un abrazo y se retiró. Quedamos tan sorprendidos que no atinábamos a nada, y tampoco nos atrevíamos a hacerle alguna pregunta…simplemente, y en medio de una tremenda emoción, la escuchábamos.
Al día siguiente me entero que estoy embarazada!! Si bien tenía una pequeña sospecha, no me había animado a contárselo a nadie, ni siquiera a mi esposo. Nuestra alegría era inmensa!!! Ahí relacionamos lo sucedido en la Iglesia con lo que nos estaba pasando y no lo podíamos creer! ¿Cómo ser merecedores de semejante gracia?? Por qué a nosotros?
Un día después comienzo con algunas complicaciones y me indican reposo. En ese momento nos comunicamos con el Padre Fabián y le contamos todo lo sucedido. El nos tranquilizó diciéndonos que Dios habla a través de quien quiere, que no tuviéramos miedo y que todo eso era de Dios!!! También nos bendijo y acompañó con sus oraciones.
A partir de ahí –y a pesar de continuar un tiempo más a reposo- el embarazo siguió bien y pude volver a mi vida de siempre. En el correr de los meses surgieron algunas complicaciones en mi salud que implicaron un seguimiento estricto del embarazo con mayores controles y consultas con especialistas. Sin embargo, cada vez que surgía algún inconveniente recordábamos una y otra vez aquellas palabras y perseverábamos en la Oración, especialmente a la Divina Misericordia de la cual somos muy devotos, y a la Virgen Santísima, la mayor Intercesora ante su Hijo.
Al comenzar el último trimestre del embarazo nos dijeron que el bebe estaba en un percentil de crecimiento bastante bajo, por lo que seguramente iba a tener bajo peso, a la vez que aumentaban las posibilidades de provocar anticipadamente el nacimiento, para evitar mayores complicaciones. Nuevamente sobrevino la angustia, pero no nos dejamos vencer y continuamos rezando.
Gracias a Dios, en las sucesivas semanas, nuestro bebe fue aumentando de peso, lo cual hizo innecesario provocar su nacimiento, todo se iba encaminando.
Finalmente, un día después de la fecha prevista de parto, y por parto natural, nació nuestro pequeño Juan José, quien pesó 3.800 kg. y midió 54 cm.!! Y para colmar aún más nuestra felicidad, llegó a este mundo a las 15 horas en punto, hora de la muerte de nuestro señor Jesucristo y hora de la gran Misericordia!!
No tenemos palabras para agradecer a Dios por esta bendición tan grande que nos ha regalado, la más linda del mundo!! También damos gracias a Dios por nuestra hija G. y rezamos por ese Angelito que Dios puso en nuestro camino y que está en el cielo. También damos gracias a Dios por el Padre Fabián, por haberlo puesto en nuestro camino, por acompañarnos con sus oraciones durante todo el embarazo, por haber bautizado a J. J. -quien ya es Hijo de Dios- y principalmente por habernos hecho conocer y amar al Dios Misericordioso que cambió nuestras vidas.
También y aunque no la conocimos, gracias a aquella persona desconocida a quien Dios eligió para darnos su mensaje de amor y esperanza.
E. y R.
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