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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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PEDRO Y PABLO EN ROMA (1)

I. MISIÓN APOSTÓLICA // Autor: Guido A. Rojas Zambrano | Fuente: ApologeticaCatolica.org

Decía el historiador protestante Robert Maclauner que "los inicios del cristianismo apuntan hacia Roma". Del mismo modo, agregaba San Ambrosio en el siglo IV, que "allí donde está Pedro está la Iglesia Católica". Según la tradición antigua el apóstol Pedro fue siete años obispo de Antioquía, luego al ser liberado de la cárcel en Jerusalén en el año 42, se dirigió a la capital del imperio romano, y se puso al frente de aquella comunidad cristiana que había sido escogida por Dios (1Pedro 5,13). Eusebio y San Jerónimo sugieren que fueron veinticinco años; sin embargo, no fueron continuos, pues Pedro estuvo de nuevo en la Ciudad Santa en el año 49 o 50. Quiere decir que Roma era su sede principal, pero los apóstoles eran considerados como pertenecientes a toda la Iglesia Católica. Cuenta una leyenda piadosa que hacia el año 60 Pedro se encontraba de camino a la misma ciudad, y se le apareció Jesús que le dijo que iba para ser crucificado otra vez. El mismo Señor había anunciado que Pedro moriría por su fe, glorificando con su muerte a Dios (Juan 21,19).

II. PEDRO EN ROMA

Loraine Boettner, escritor protestante, dice en el más conocido de sus libros, Catolicismo Romano (p. 117): "Lo reseñable, sin embargo, sobre el supuesto obispado de Pedro en Roma es que el Nuevo Testamento no dice una sola palabra sobre ello. La palabra Roma aparece sólo nueve veces en la Biblia [en realidad aparece diez veces en el Antiguo Testamento y diez veces en el Nuevo], y Pedro jamás es mencionado en conexión con ella. No hay ninguna alusión a Roma en cualquiera de sus dos epístolas. El viaje de Pablo a la ciudad es narrado con gran detalle (Hechos 27 y 28). Lo cierto es que no hay base en el Nuevo Testamento ni pruebas históricas de ningún tipo de que Pedro estuviese alguna vez en Roma. Todo se basa en la leyenda".

Bien, ¿qué hay que decir sobre ello? Cierto, la Biblia no dice explícitamente en ningún sitio que Pedro estuviera en Roma; pero por otra parte no dice que no estuviera. Del mismo modo que el Nuevo Testamento nunca dice: "Pedro fue entonces a Roma", tampoco dice: "Pedro no fue a Roma". De hecho, se dice muy poco acerca de adónde fueron él o cualquiera de los otros apóstoles aparte de Pablo en los años posteriores a la Ascensión. En su mayor parte tenemos que apoyarnos en libros distintos del Nuevo Testamento para informarnos sobre lo que les pasó a los apóstoles, Pedro incluido, en los años siguientes (aunque Boettner está bastante equivocado al descalificarlos como "leyenda": los documentos históricos tempranos no pueden ser descalificados de buenas a primeras como simples portadores de "leyendas": son pruebas históricas genuinas, como reconoce cualquier historiador profesional).

Boettner está también equivocado cuando afirma: "no hay alusión alguna a Roma en ninguna de las epístolas [de Pedro]". Sí que las hay, en el saludo al final de la primera epístola: "Os saluda la Iglesia que está en Babilonia, elegida como vosotros, y mi hijo Marcos" (1 Pe 5,13). Babilonia es una palabra para designar secretamente a Roma. Se usa de esta forma seis veces en el último libro de la Biblia y en fuentes extra-bíblicas como los Oráculos Sibilinos (5,159f), el Apocalipsis de Baruc (2,1) y 4 Esdras (3,1). Eusebius Pamphilius, en La Crónica, compuesta hacia el 303 D.C., advirtió que "Se dice que la primera epístola de Pedro, en la cual hace mención a Marcos, fue compuesta en la misma Roma; y que él mismo indica esto, refiriéndose figurativamente a la ciudad como Babilonia".

El saludo desde Babilonia (designando simbólicamente a Roma) y la presencia de San Marcos quien está con San Pedro y de quien sabemos que estuvo en Roma (Colosenses 4,10). A pesar de esto, los hermanos protestantes suelen mantener la tesis de que la Babilonia a la que hace referencia Pedro es la Babilonia (sobre el Eufrates), la Nueva Babilonia (Seleucida) sobre el Tigres, o la Babilonia Egipcia (cerca de Menfis), en última instancia a Jerusalén. Sin embargo esta tesis no puede sostenerse y solo demuestra un desconocimiento absoluto de la literatura cristiana antigua. Los cristianos primitivos asociaban a la nación Romana pagana como la nueva opresora de su pueblo (que en otros tiempos fue literalmente Babilonia pero que ya para ese entonces no era ninguna amenaza para nadie, y sí el Imperio Romano, potencia de la época, con emperadores como Nerón, Calígula y posteriormente Vespasiano entre otros).

"Pero no hay ninguna razón convincente para decir que ´Babilonia´ signifique ´Roma´", insiste Boettner. Ah, pero sí que la hay, y es la persecución. Pedro era conocido por las autoridades como un jefe de la Iglesia, y la Iglesia, según la ley romana, era considerada ateísmo organizado (el culto de cualesquier dioses distintos de los romanos se consideraba ateísmo). Pedro no se haría ningún favor, eso por no mencionar a aquellos que estuvieran con él, haciendo pública su presencia en la capital: a fin de cuentas, el servicio de correo de Roma era incluso peor que hoy, y las cartas eran leídas habitualmente por los funcionarios romanos. Pedro era un hombre buscado, como todos los jefes cristianos. ¿Por qué alentar una caza del hombre? También sabemos que los apóstoles se referían a veces a las ciudades con nombres simbólicos (cf. Ap. 11,8).

En cualquier caso, seamos generosos y admitamos que es fácil para un oponente del catolicismo pensar de buena fe que Pedro nunca estuvo en Roma, al menos si basa su conclusión solo en la Biblia. Pero restringir su investigación a la Biblia es cosa que no debiera hacer: las pruebas externas también han de tenerse en cuenta.

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