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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Formación y discernimiento - 6

Continuación: Formación y discernimiento. Los centros espirituales ante el supermercado de ofertas espirituales: Líneas de pensamiento frente a las diferentes ofertas religiosas o pseudoreligiosas que ofrece la cultura actual. // Autor: S. Em. José Ángel Rovai | Fuente: http://www.humanitas.cl

Las auténticas espiritualidades católicas al basarse fundamentalmente en la revelación y las tradiciones apostólicas y teniendo en cuenta los dones que el Espíritu va suscitando, ofrece una variedad considerable y puede responder o todos los anhelos auténticamente humanos.
Es cierto que todas estas espiritualidades tienen en común el apoyarse y en favorecer la objetividad, sin olvidar ni asumir las auténticas exigencias subjetivas de las personas pero exige de éstas una ascesis constante de purificación que las obliga a centrarse siempre en lo fundamental que es el seguimiento integral constante y pleno de Jesucristo.
La espiritualidad cristiana se basa siempre en el adviento de Dios a los hombres e imprime en todos el éxodo saludable que sale al encuentro del Señor.

Evita además toda manipulación de Dios a nuestro capricho. La espiritualidad cristiana se basa y asume la conversión constante y permanente.

Al mismo tiempo, cuando ésta es auténtica y abarca la integralidad del hombre y de la mujer creyente, los madura para un diálogo adulto y fecundo con una sociedad pluricultural y plurireligiosa.

Se trata desde el testimonio concreto, en un cristianismo plenamente vivido, ofrecer al mundo concreto de hoy una auténtica alternativa de vida.[38]

El documento nos hace ver la necesidad en el dialogo de un auténtico discernimiento. Es evidente que en la nueva era existen elementos positivos, una búsqueda de una religiosidad que no sea tan racionalista. Por eso una auténtica propuesta cristiana se dirige a la totalidad de la persona, no lo hace a un solo aspecto de la misma por útil e importante que sea.
Pero hay aspectos irrenunciables en la visión cristiana como hemos ido subrayando a lo largo de toda la exposición y que es importante tenerlos en cuenta.

La proximidad del Dios de Jesucristo no suprime la distancia ontológica que existe entre nosotros y El. Por eso es importante evitar toda confusión y acentuar la distinción entre Dios y sus criaturas aunque no existan distancias espacios temporales.

Hay una distancia que es infranqueable y que el mismo Dios decidió acortarla por el misterio de la Encarnación y por la participación a su misma vida que el nos concede inmerecida y gratuitamente.

Es importante esta conciencia para lograr ante Dios una actitud reverencia, adorante y admirada como nos lo sugiere permanentemente la escritura.

Un Dios siempre mayor al que no podremos comprender adecuadamente ni siquiera en la eternidad.

Un Dios que tiene sus proyectos de sabiduría y amor que no se compadecen a veces con nuestros propios proyectos.
Un Dios a quien no podemos manejar a nuestro antojo, como un dios de bolsillo y al que no le podemos exigir que responda siempre nuestros deseos y necesidades inmediatas.
Solo cuando vivimos profundamente admirados por su grandeza y santidad comenzamos a descubrir lo importante de adorarlo. Es el comienzo y debe ser el fin de toda oración creyente a través de la cual nos abrimos a su misterio que paradojalmente nos eleva y nos hace crecer.

Por esto es importante que la imagen que tenemos de Dios surja de una lectura permanente de la Palabra bíblica en la Iglesia y en su tradición apostólica y en lo más genuino de las tradiciones cristianas como se han ido plasmando a lo largo de los siglos y que nos permiten vislumbrar como Dios nos va acercando a su misterio, nos capacita para vivir de Él y esto nos va haciendo crecer en humanidad.

El Dios de Jesucristo no es un rival del hombre sino su Padre y amigo y con el misterio de la gracia nos hace compartir su amistad. Como lo expresa hermosamente en su definición de la oración Santa Teresa de Ávila " orar es estar a solas hablando de amistad con aquel que sabemos nos ama"
Por eso Dios no es un personaje lejano, alejado de nuestras inquietudes y búsquedas. Basta meditar en toda la historia de la salvación como se expresa en toda la escritura y particularmente en la nueva alianza a partir de la Encarnación, para darse cuenta de que realmente es el Emmanuel de Isaías.

El está siempre atento a nuestras necesidades pero lo hace con delicadeza respetando exquisitamente nuestra libertad
La religión cristiana "no aliena al hombre" haciéndole perder su grandeza y dignidad sino que la eleva a su máximo esplendor.

Es cierto que esta riqueza del cristianismo tiene que aparecer en la vida de los cristianos. Por eso hemos hablado de una Iglesia testimonial

Todas las comunidades cristianas tienen que transformarse en comunidades vivas y vivificantes. Es por eso que Juan Pablo II pide que volvamos a meditar y a vivenciar el cap. V de la constitución sobre la iglesia acerca de la vocación universal a la santidad.

Sabemos que todos por vocación, sea en el carisma que sea, estamos llamados a vivir plenamente la santidad.
Esta consiste en una coherencia profunda entre fe y vida, en lograr que los criterios evangélicos sean auténticamente criterios de vida

Necesitamos que el kerigma sea asumido en el ámbito existencial que nos permita expresar adecuadamente la felicidad que significa haber sido llamados gratuitamente a ser cristianos.
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