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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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En medio de mi vida está Dios

Sembrando Esperanza II. Los caminos de Dios no siempre son fáciles, pero Él buscará siempre el mejor bien en nuestra vida. // Autor: P. Dennis Doren LC | Fuente: Catholic.net

El amor de Dios es el fundamento de la alegría cristiana. «Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar. De hecho, el Señor que "está cerca" de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar» (Juan Pablo II, 14 de diciembre de 2003).


Sabemos por experiencia que los caminos de Dios no siempre son fáciles, muchas veces los queremos entender con la razón, con aquellas experiencias que tal vez hemos conocido, o incluso con cierta lógica o sentido común... pero la verdad es que Dios es un gran Maestro que no tiene comparaciones y buscará siempre el mejor bien en nuestra vida.

Espero que esta historia nos ayude a comprender de una forma sencilla el efecto de las Dioscidencias:

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

-¡Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo...

A los pocos días, el caballo regresó acompañado de otro caballo.
-¡Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho -Nuestro caballo ha traído otro caballo.

-¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos qué nos trae el tiempo...

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.

-¡Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -¡Me he quebrado la pierna! Y el padre
retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:

-¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo...

El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.

Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo.

Pero lo importante es saber que de todo ello Dios quiere sacar un bien.

Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo, confiar en DIOS; porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.

Cómo no terminar con aquellas célebres estrofas de este poema de Santa Teresa de Ávila:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

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